miércoles, 29 de noviembre de 2017

III

Esa misma noche, preparó las chuletas, para los próximos exámenes. A los dos meses, los padres de Matthew, le volvieron a castigar sin paga y sin móvil. Como el suyo se lo habían confiscado y el que había robado se le había roto, preparó el siguiente robo. Decidido, buscó a otro chico de unos veinte años o treinta años; pero todos los que seguía no merecían ni tampoco las chicas. Al final, no le quedó más remedio que meterse en un piso de un hombre de cuarenta años. Lo había seleccionado, porque vivía solo, no era corpulento, no tenía ninguna alarma y podía llevarse el móvil con suma facilidad. Para no levantar sospechas, apuntó todo, en una pequeña libreta y regresó a casa. Al llegar, se puso a estudiar para el próximo examen. A la semana siguiente, aprobó el examen, pero sus padres, que no estaban convencidos, le permitieron, unos minutos utilizar el ordenador. El viernes de la semana siguiente, sus padres le obligaron a que se quedase a estudiar, para el examen del martes de biología. Para cerciorarse, se quedaron ellos en casa. El sábado, se vistió sigilosamente muy temprano, llevando como el primer golpe; cerró la puerta de su habitación con mucha precaución, sacó el juego de llaves, que tenía de reserva; abrió la puerta de entrada. Aprovechando que era muy temprano y que sus padres estaban durmiendo, se fue al lugar.

domingo, 26 de noviembre de 2017

II

Al salir, el hombre le colocó una rosa roja y una nota, comentándola, que estaba muy contento de haberla conocido, pero que no le llamase, que no quería saber nada más de ella. Que si lo hacía, tomaría represalias con ella y con sus seres queridos. Esa misma tarde, quedó con sus amigos, después de haber robado a la joven que la verdad; no merecía ninguna compasión, ni por la vía romántica ni de la amistad, era un espárrago mal hecho, pero como se suele decir, tiene que haber de todo. Después de haber cambiado el pin y de haber llamado para que cambiase el titular, se fue de marcha para salir de fiesta. Sus padres, le habían castigado porque había suspendido y estaba repitiendo; pero él no se amilanaba, no, él, se escapaba en cuanto podía, o para ser más exactos, cuando se marchaban. Como ellos se llevaban su móvil, no tenía otra opción que robar; para que aprendiesen que ellos no tenían la última palabra. Se creían que con dieciséis años, podían decirle lo que tenían que hacer. Se fueron a un bar que acababan de abrir; lo habían decorado, como si fuesen coches de carreras. Los camareros, vestidos con monos de piloto y los vasos en forma de coche. Después de varias rondas de cerveza y de chupitos de ron blanco. Cada uno se marchó a su casa, teniendo la suerte de que Matthew, al llegar a casa, tuvo la suerte de que no había llegado

viernes, 24 de noviembre de 2017

Un Nuevo Ladrón

Por la noche, oí un susurro, al lado de mi cama, con miedo, encendí la luz de la mesilla de noche, mientras sudaba, y eso que era invierno y no tenía la calefacción muy alta. Me calcé las zapatillas de flores y me puse una bata rosa, que raramente me ponía, ya que no era friolera. Al dejar la habitación con la luz encendida, me encaminé a mis veinte años, a la vieja cocina de bombona; en la cual mis abuelos habían estado sentados en la mesa de madera plegable, tomando el café recién hecho de la cafetera de metal, que ponía en el fogón de hierro y que encendía, con las cerillas. Al encender la luz que siempre parpadeaba del estrecho y oscuro pasillo, no sucedió nada. En la minúscula cocina tampoco había nadie. Dejando las tres luces encendidas. Me dirigí con la sartén al servicio, aunque dudaba que alguien se pudiese esconder nadie. Cómo cabría esperar, no había nadie. En el salón me encontré una mano encima de mi reposabrazos del sillón orejero con estampados florales. Me dirigí esta vez con los pies descalzos hasta la entrada, pero la persona estaba detrás de mí y colocó un cuchillo en el cuello. Me obligó a que le diese el dinero, pero no satisfecho, me robó el smartphon y se llevó mi portátil. Me clavó un puñal en la pierna; permitiendo que me desangrase y sin quitarse la careta que llevaba.